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La fortaleza en boca de los que maman: La niñez en nuestras iglesias

Foto del escritor: Iglesias Bautistas de Puerto Rico Iglesias Bautistas de Puerto Rico

Por: Rvda. Dra. Carmen J. Pagán Cabrera

lunes, 17 de febrero de 2025


«Y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena o címbalo que retiñe». Ira Corintios 13. 2 (RV1960)

 

Para esta reflexión utilizaré además el texto del Salmo 8.2 de la versión de la Biblia Latinoamericana que se expresa de la siguiente manera:  «Hasta la boca de los niños y los lactantes recuerdan tu poder a tus contrarios y confunden a enemigos y rebeldes». En este salmo se expresa una alabanza a la obra de la creación dándonos a entender que al pensar en la grandeza de Dios y en su amor inmenso hacia su creación tenemos que afirmar que esta comienza por los pequeños, por los más vulnerables, por las cosas más simples a las que no damos la importancia que merecen; hacía aquellos y aquellas a los cuales los ministerios de la iglesia, su culto de adoración y estructura, en muchas ocasiones, no atiende. De ellos y de ellas sale el más puro reconocimiento del poder de Dios.

 

Entonces; ¿qué significado tiene para la tarea que lleva a cabo la iglesia un niño, una niña o la niñez en general? ¿Son aquellos y aquellas a los cuales le hacemos una iglesia aparte exclusiva dentro del templo? ¿Son los que mandamos a tomar clases bíblicas, mientras los adultos tenemos nuestro culto de adoración? ¿Son aquellos y aquellas a los que enseñamos textos bíblicos como si fueran historias de Disney, sin enfatizar a que se valoren como creación hermosa de Dios y de esa manera sepan amar y respetar al prójimo? ¿Le modelamos los valores del reino, (los verdaderos valores de la vida), para que puedan ser fuertes en medio de una sociedad que los desfigura? Estas preguntas podrían llevarnos a muchos debates, pero de eso se trata, de que pensemos en una iglesia que su fortaleza está en su ministerio “niñez-céntrico” y no “adulto-céntrico”.

 

La palabra hablada y escrita es fuerza y poder para formar y capacitar. Un niño o una niña cuando comienza a hablar su expresión es una alabanza que muestra la grandeza de la vida, de la creación y de las posibilidades. El niño y la niña que comienza a hablar recrea y expresa con su voz una alabanza a la gloria de Dios. Muestra algo tan maravilloso que no es posible describirlo con verbo humano. Pero ante esas palabras que no damos importancia, Dios está atento y pendiente. ¿No nos dice en las escrituras; “que el débil diga: Soy un valiente”; también que; “si no cambian y no llegan a ser como niños, nunca entrarán en el Reino de los Cielos.”?  En la persona del pequeño y la pequeña se expresa la pureza, la ternura, la inocencia, la confianza; tantas cosas que podríamos decir que son don de vida. Es que la fuerza de Dios está en lo pequeño, en lo que muchos tienen por insignificante, porque de ello se construye la vida.



La fuerza de una iglesia consiste en cuánto esfuerzo de tiempo, dinero y recursos dedicamos a la niñez, así como a los más vulnerables.  Nos quejamos de una iglesia en decadencia, pero no trabajamos con una planificación realista y consciente de nuestro entorno y de los problemas sociales para responder con un ministerio educativo, evangelizador y de servicio. Se debe ser iglesia pertinente, acompañante y efectiva que dinamiza su acción no por la cantidad de su membresía, sino por su atención a lo sencillo y básico de la vida. Necesitamos renovación, necesitamos volver al Jesús transformador de su sociedad. Hagamos esta transformación desde el amor que es el fundamento de nuestra fe.

 

Que nuestras iglesias se conviertan en lugares donde cada niño y niña se sienta bienvenido, amado y valorado, como lo haría Jesús, quien acogió a los pequeños con amor y les dio un lugar fundamental en su ministerio. Sin amor somos instrumentos vacios y sin eco…cimbalos que retiñen.

 

Es urgente hacer de la iglesia un lugar para la niñez y de personas en vulnerabilidad y de esa manera responder con contundencia a la comunidad en la que nos ha tocado ministrar. Necesitamos fomentar un ambiente para que estos grupos se sientan bienvenidos porque ese es el ministerio de la Iglesia, ¡amar y servir! y sobretodo ¡hacerlo bien!

 

La Rvda. Dra. Carmen J. Pagán Cabrera es ministra ordenada de las Iglesias Bautistas de Puerto Rico.

 
 

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