Sábado Santo, Pausa de Gloria
- Iglesias Bautistas de Puerto Rico
- 19 abr
- 3 Min. de lectura
Por: Pastora Verónica Cotto Santa
sábado, 19 de abril de 2025
«Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y afligido. Mas él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades; el castigo de nuestra paz fue sobre él,
y por su llaga fuimos nosotros curados» Isaías 53:4-5 (RV 1960).
La celebración del Sábado de Gloria en muchas ocasiones pasa sin pena, ni gloria.
En medio de la celebración de eventos tan significativos como la última cena, el lavatorio de pies, la crucifixión, la muerte de Jesús y su resurrección, no sabemos qué hacer con la pausa. Ante la pausa tendemos a querer acelerar el momento de celebración. ¡Qué comience la fiesta! ¡Cristo resucitó! Nosotros conocemos el final de la historia, Cristo vence la muerte, así que se nos hace difícil permanecer en el espíritu de espera y de incertidumbre que representa el Sábado Santo.
Los discípulos no conocían el final de la historia. Cuando Jesús fue apresado y sentenciado a muerte muchos de ellos se fueron a la huida. Pedro le negó, y en el relato bíblico solo Juan y las mujeres aparecen al pie de la cruz junto a su Maestro. El pueblo que hacía unos días había aclamado «Hosanna, bendito el que viene en el nombre del Señor» (Juan 12:13), había escogido salvar a Barrabás y no a Jesús de la pena de muerte (Juan18:38-39). Los discípulos estaban solos, llenos de dudas y sin entender qué había pasado. Me los puedo imaginar preguntándose si todo lo que había dicho Jesús era una mentira y si ellos se habían equivocado en seguirle. Le habían visto hacer milagros increíbles, había resucitado muertos y cómo era posible que Jesús no pudiera salvarse.

Tal vez nos parecemos más a los discípulos de lo que creemos. Nuestro Sábado Santo llega cuando estamos esperando el resultado de una biopsia, cuando el Alzheimer llega a la familia y no sabemos cómo vamos a sobrellevar el cuidado del ser que tanto amamos. Pasamos por el Sábado Santo cuando llega la carta de despido y la angustia de cómo vamos a sostener a nuestra familia nos ahoga, cuando luego de mucho luchar contra la enfermedad y, a pesar de todos los medicamentos, tratamientos y oraciones, nuestro familiar sucumbe ante la muerte. Y nos vamos a la huida, nos escondemos, negamos nuestra fe, cuestionamos si las promesas y hazañas que vimos de parte del Señor en nuestras vidas fueron una ilusión y nos sentimos solos, llenos de dudas e incertidumbre.
El Sábado de Gloria nos recuerda que todos hemos estado ahí con los discípulos en algún momento y que nuestras dudas, negaciones o preguntas no son capaces de detener ni el propósito ni las promesas del Señor. El sábado santo nos invita a esperar pacientemente por la sanidad, paz y salvación, que el profeta Isaiás nos promete, producto del sacrificio del siervo sufriente. El Sábado Santo es un recordatorio que aún en los silencios de muerte y en las tumbas se gestan resurrecciones y renaceres. El Sábado de Gloria es una invitación a confiar, a tener fe en nuestro Señor y sus promesas, aún en los momentos más inciertos de la vida. Es una invitación a recordar que aún en los valles de sombra y de muerte Jesús está con nosotros y es por nosotros y que sus propósitos se han de cumplir. Espera, cree, confía, Jesús vive, podemos confiar en Él y en sus promesas. ¡Que este sábado santo sea para nosotros una verdadera pausa de gloria!
La pastora Verónica Cotto Santa actualmente es la ministra ejecutiva asociada del Programa de Educación Cristiana y Fortalecimiento de Liderazgo. Posee una maestría en Divinidad y una maestría en Artes en Ministerio de Juventud de Princeton Theological Seminary. Además, posee una maestría en Trabajo Social Comunitario de la Escuela Graduada de Trabajo Social Beatriz Lasalle de la Universidad de PR, Recinto de Río Piedras.
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