top of page

Un paso más cerca del Calvario

Por: Rubén E. Isaac Fernández

lunes, 14 de abril de 2025


«Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y afligido. Mas él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades; el castigo de nuestra paz fue sobre

él, y por su llaga fuimos nosotros curados» (Isaías 53:4-5).


Luego de una entrada triunfal, después de que las multitudes aclamaran a Jesús como Rey de paz, la escena cambia. La misma gente que lo recibió con palmas y júbilo terminaría dándole la espalda. Lo que comenzó con gritos de alegría, terminaría con gritos de condena. Jesús, después de aquel momento glorioso, estaba un paso más cerca del Calvario.


El camino hacia la cruz no fue improvisado. Desde la eternidad, Dios trazó un plan de redención que se concretó en la persona de Jesucristo. El profeta Isaías anticipó con detalle el sufrimiento del Mesías “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores.” Jesús no solo cargó una cruz de madera, sino también todo el peso del pecado de una humanidad rota y apartada de Dios. Enfermedades, dolores, culpas, angustias… todo fue llevado sobre sus hombros mientras avanzaba hacia el Gólgota. Lo que merecíamos nosotros, Él lo tomó para sí mismo, sin reservas, sin resistencia y sin culpa.



Es impactante ver el contraste entre la entrada triunfal que encontramos en Mateo 21:9 y la dura caminata hacia el Calvario que leemos en Mateo 27:31-33 y lo que el profeta Isaías describió. En la primera, Jesús iba montado en un burrito, símbolo de paz; en la segunda escena, iba a pie, agotado y herido. En la primera, los gritos eran “¡Hosanna al Hijo de David!”; en la segunda, burlas y lamentos. Jesús sabía lo que iba a ocurrir. Que Él sería recibido como rey, pero luego rechazado como criminal y condenado. También es profundamente significativo el contraste entre la percepción humana y la realidad divina. El profeta Isaías escribió “Nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y afligido”. El mundo vio a un hombre vencido, sin embargo, en realidad era el Salvador cumpliendo su misión. Cada herida fue una expresión de amor, cada azote un acto de entrega, y cada paso, una caminata hacia nuestra restauración.


Hoy la Iglesia se encamina a conmemorar la muerte de Jesús y celebrar su resurrección. Mientras reflexionaba en este escrito, surgieron algunas preguntas: ¿Cuál es la intención de nuestro corazón al conmemorar el sacrificio de Jesús? ¿Es esta celebración solo una tradición más en el calendario, o verdaderamente caminamos reconociendo el precio que Él pagó? ¿Qué significa para mí la Semana Santa? Hoy estamos un paso más cerca del Viernes Santo, Jesús, un paso más cerca del Calvario, donde no solo enfrentó el dolor físico, sino también el abandono, la soledad y el rechazo. Todo lo soportó por amor. No para que tengamos una simple tradición que se celebra cada año, sino para que vivamos cada día con la certeza de que hemos sido redimidos. Que esta Semana Santa no pase como una costumbre más. Que sea un tiempo de reflexión, un llamado al corazón, una oportunidad para recordar que la cruz fue el mayor acto de amor jamás registrado. Miremos al Calvario con gratitud, con reverencia y con la firme decisión de caminar con Aquel que caminó por nosotros hasta el final.

 

El preministerial Rubén E. Isaac Fernández es miembro de la Primera Iglesia Bautista de Carolina y preministerial de las IBPR. Actualmente cursa una maestría en Divinidad en el Seminario Teológico de Puerto Rico, y actualmente es el vicepresidente del Ministerio de Hombres Bautistas de Puerto Rico.

 
 
 

Comments


bottom of page