Rvdo. Edgardo M. Caraballo Marín
martes, 28 de enero de 2025
«Ayuno es que compartan su alimento con los hambrientos y que alberguen en sus hogares a los indefensos y menesterosos, que vistan a los que padecen frío y ayuden a todo aquel que necesite de su auxilio» Isaías 58:7 (NBV).
En este tiempo, cuando como denominación nos encontramos en una jornada de ayuno y oración, y en respuesta al momento neurálgico que estamos viviendo como pueblo, el profeta Isaías nos hace un llamado a ser consecuentes con nuestro quehacer.
Luego de una reflexión profunda y responsable, y con la convicción de ser fieles a nuestra palabra, nos dirigimos a ustedes con el compromiso cristiano de expresar nuestra preocupación y repudio ante las recientes deportaciones de inmigrantes que se están llevando a cabo en Puerto Rico y Estados Unidos. Estas acciones no solo afectan la dignidad de nuestro prójimo, sino que también constituyen una violación a derechos humanos fundamentales que, como Iglesia, debemos denunciar y rechazar de manera clara y contundente.
En la Biblia, el Señor nos llama a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, y a extender la mano al extranjero y al forastero. En Levítico 19:34, se nos recuerda: «El extranjero que reside entre ustedes será para ustedes como uno de sus propios ciudadanos, y lo amarás como a ti mismo; porque ustedes fueron extranjeros en la tierra de Egipto. Yo soy el Señor su Dios». Esta enseñanza nos desafía a ser un pueblo que abraza, cuida y defiende los derechos de aquellos que, por diversas razones, están entre nosotros en situación de vulnerabilidad.

En Mateo 25:35-40, Jesús también nos habla de cómo debemos tratar a los que están necesitados, incluyendo a los extranjeros: «Tuve hambre, y me diste de comer; tuve sed, y me diste de beber; fui forastero, y me recogiste... en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis». Aquí se nos llama a ver en cada ser humano la imagen de Cristo, y a ofrecer ayuda y compasión, especialmente a aquellos que están fuera de su hogar, lejos de sus familias, y enfrentando graves dificultades.
El hecho de que se violen los derechos humanos de inmigrantes, como la falta de un debido proceso, el trato inhumano, o la separación de familias, es un acto que repudiamos firmemente. La justicia de Dios no se puede separar de la misericordia y la compasión. Los derechos humanos, como el derecho a la vida, a la dignidad, a la protección y a la libertad, son principios universales que deben ser respetados, sin excepción alguna.
Martín Luther King Jr., en su obra «Carta desde la cárcel de Birmingham» (1963), nos dice: «Una ley injusta es una que no se eleva al nivel de la ley moral. [...] Cualquier ley que degrade la personalidad humana es injusta. [...] Es más que una obligación moral desobedecer una ley injusta; es un imperativo cristiano». Este llamado nos invita a reflexionar sobre las leyes que oprimen, perjudican y humillan a nuestros hermanos, y nos desafía a actuar con valentía y justicia.
Por su parte, Dietrich Bonhoeffer, en su obra «Ética», nos insta a reflexionar que ante las propuestas gubernamentales que atentan contra los más vulnerables: «La desobediencia a las leyes injustas es no solo un derecho, sino un deber cristiano. La ley no puede ser una excusa para el mal». Bonhoeffer nos recuerda que como cristianos tenemos la responsabilidad de resistir cualquier ley que atente contra la dignidad humana y promueva la opresión.
Como Iglesia, no podemos quedarnos callados ante las injusticias que ocurren en nuestra sociedad. Es nuestra obligación moral y cristiana defender la dignidad de todos los seres humanos, independientemente de su estatus migratorio.
Por lo tanto, alzamos nuestra voz para denunciar cualquier acción que atente contra los derechos y la dignidad de las personas, y llamamos a las autoridades a actuar con justicia y humanidad.
Por lo cual, invitamos a cada iglesia y miembro de nuestra comunidad bautista en Puerto Rico a:
Orar por las personas afectadas por las deportaciones, pidiendo a Dios que nosotros seamos el consuelo, protección y fortaleza que necesitan y que nuestra gesta de denuncia y ayuda sea dirigida por el Espíritu Santo, con sabiduría, amor y justicia.
Sensibilizar y educar a nuestras congregaciones sobre la realidad de la inmigración y las deportaciones, promoviendo un trato digno y justo para todos.
Brindar apoyo tangible a aquellos que se encuentran en situaciones de vulnerabilidad, ya sea a través de asistencia legal, recursos materiales o acompañamiento emocional.
Denunciar públicamente cualquier violación de derechos humanos relacionada con las deportaciones, exigiendo políticas públicas que respeten la dignidad de cada ser humano.
Trabajar juntos para crear una sociedad que sea fiel reflejo del amor, la justicia y la misericordia de Cristo, extendiendo nuestras manos y corazones a quienes más lo necesitan.
Que nuestro testimonio como Iglesia sea un faro de luz en medio de la oscuridad, que refleje el amor de Dios sin distinción, y que siempre busque la paz, la reconciliación y la justicia.
El Rvdo. Edgardo Caraballo Marín es graduado del Seminario Evangelico de Puerto Rico con una maestría en divinidad. Actualmente es el ministro ejecutivo de las Iglesias Bautistas de Puerto Rico.
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