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¿No será este el Cristo? El testimonio que abre caminos

Rvdo. Ramón Díaz

lunes, 22 de septiembre de 2025


«Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los hombres: Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será este el Cristo?» Juan 4:28-29 (RVR60).


La comunidad de las Iglesias Bautistas de Puerto Rico se ha caracterizado por su compromiso con los procesos educativos formales y no formales, que capaciten a nuestros ministros y laicos para cumplir eficazmente la Gran Comisión. El texto que nos sirve de base presenta el resultado de un proceso educativo, no formal, en el cual una mujer samaritana tiene UN ENCUENTRO transformador con Jesús que la impulsó a compartir con gozo, pasión y valentía, no el conocimiento que había adquirido, sino LA EXPERIENCIA que había tenido. Un encuentro liberador, sanador, restaurador, de esperanza y paz que la empoderó para recorrer los caminos de aquella ciudad compartiendo su testimonio. Esta mujer había sido liberada de los estigmas que cargaba a causa de su pasado, sanada de las heridas del alma y esperanzada en que para ella también habría un futuro digno y bueno. Un encuentro poderoso que bendijo a aquella mujer y que al momento de compartirlo la convirtió a ella en la bendición de otros. Hoy, la comunidad cristiana atesora la historia de esa mujer y su testimonio que no sólo abrió nuevos caminos para ella, sino que abrió caminos para quienes recibieron su testimonio en aquella ciudad de Samaria. Aquella mujer que se había encontrado con Aquel que es EL CAMINO, la Verdad y la Vida, ahora les mostraba a los hombres de la ciudad, el camino hacia Él.


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Entre los resultados de aquel encuentro, está el surgimiento de una líder. La samaritana estaba clara en su objetivo; compartir su testimonio y mostrarles a otros el camino hacia el Cristo. Esta mujer estaba convencida de que su encuentro con Jesús otros lo esperaban y necesitaban también. Cuando puso su mirada en la gente, fue por encima de los estigmas personales y sociales, pues acercarse a los hombres de la ciudad no era bien visto en su tiempo.  Aquella mujer no sólo fue a decirle a otros lo que Jesús había hecho con ella, sino que los acompañó en el camino hacia Él. Esto nos recuerda algunos principios sobre el liderazgo congregacional, uno de los pilares en los que reflexionamos en este tiempo.  El testimonio que abre caminos es un modelo de liderazgo espiritual y laical saludable que impulsa a los líderes a equilibrar vida y ministerio, promoviendo resiliencia, comunicación efectiva y acompañamiento comunitario. El acto de testificar se convierte en un ejercicio de liderazgo transformador que motiva a otros a unirse en la misión. Entonces, nuestro testimonio y el acompañamiento de la gente es parte del liderazgo. ¿Cuántas veces hemos tenido personas sentadas en nuestras congregaciones por años sin que puedan aportar al engrandecimiento del Reino porque no han cumplido con los términos reglamentarios plasmados en las constituciones de la congregación? Algunas de esas personas las perdemos o les hacemos sentir relegadas porque no tienen la experiencia de otros miembros. De manera proactiva e intencionada tenemos que promover un tipo de liderazgo en el cual el testimonio personal sea la pieza fundamental para hacer misión.


El pasaje también nos presenta un principio de mayordomía integral para el individuo y la comunidad eclesiástica. Dar testimonio no sólo es compartir palabras, sino también administrar con responsabilidad los dones, recursos y oportunidades que Dios provee. Así como la mujer compartió lo que había recibido, las iglesias están llamadas a usar solidariamente sus recursos (financieros, tecnológicos, humanos, intelectuales y comunitarios) para abrir caminos de fe y misión en un contexto cambiante y de retos. En un tiempo en el cual se distingue el individualismo, el ejemplo de la samaritana nos recuerda la importancia de la conciencia comunitaria y colectiva. Es en el compartir y en el acompañamiento que nos nutrimos y crecemos saludablemente. Los talentos, dones y recursos están para bendición de otros. Es tiempo de que las congregaciones puedan unirse, celebrar juntas, encontrar apoyo en las otras y dar testimonio de, «…cuan bueno y delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía porque allí envía Jehová bendición y vida...». Este es el modelo de crecimiento de Reino. El Reino de Dios se ha acercado por medio de Jesucristo, pero es expandido por nosotros los creyentes. Entonces, debemos inspirar a que cada creyente aporte a la misión con lo que tiene, con lo que sabe hacer, en el entendimiento de que su aportación es importante y valiosa. A nivel congregacional nos vemos retados a reflexionar si deseamos el crecimiento de nuestras congregaciones o el crecimiento del Reino de Dios. Aunque las dos pudieran ser deseables, la expansión del Reino es primordial. Sólo así, seremos capaces de compartir con desprendimiento y gozarnos en la cosecha.


Parte de nuestra identidad como bautistas es el testimonio público que afirma la libertad de conciencia, el compromiso con la misión y la interdependencia entre iglesias, principios que nos caracterizan como bautistas y que son enfatizados en el pilar #7 que se menciona en el Informe de Recomendaciones del Comité 2030. Cuando testificamos de Jesucristo, afirmamos nuestra identidad y abrimos caminos de evangelización, misión y discipulado que distinguen nuestra tradición. He aquí que se hace obligatorio contestar la pregunta de la samaritana, ¿No será este el Cristo? ¿Cuál es el Cristo que predicamos y compartimos? La samaritana había tenido un encuentro con el Logos mismo: el Verbo Encarnado. Se encontró con Aquel que liberta, transforma, renueva, justifica, perdona, sana, da vida, da paz y promete que hace fluir en nosotros una fuente de agua que salte para la vida eterna. Ese es el Cristo. Sin embargo, estamos en tiempos en los cuales han aparecido muchos otros cristos. Ante la proliferación de ministerios en las redes sociales con mensajes contrarios a los valores del Reino, la Iglesia tiene que predicar y compartir el evangelio que redime y salva sin acepción de persona. Por lo que estemos alertas y evitemos ministerios excéntricos que impidan la extensión del Reino de Dios. Que nuestros altares solo se centren en la persona de Jesús donde el ego y el lucro personal no sean los protagonistas. Que Cristo sea nombrado para libertar, levantar, sanar y justificar acercando a toda persona al amor y la misericordia del Mesías. El discipulado de nuestra gente se hace imperativo y la relectura de las Escrituras es fundamental para que seamos pertinentes a la misión en medio de los retos actuales. Que todos puedan escuchar y ver que el Cristo que predicamos no se acomoda al ego ni al lucro; es el Cristo que se entrega, que ama sin fronteras y que nos convoca a ser pueblo en misión.


En medio de todo el subjetivismo social en el que vivimos, cobra un valor singular el testimonio personal de hombres y mujeres que podamos decir como la samaritana: «Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho» y que dicha experiencia de encuentro se convierta en la herramienta misional que abra caminos hacia Cristo Jesús.

 

El Rvdo. Ramón Díaz es el pastor general de la Primera Iglesia Bautista de Aguas Buenas. Es ministro ordenado de las Iglesias Bautistas de Puerto Rico. Posee una maestría en divinidad del Seminario Evangélico de PR.

 
 
 

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