El Agua Viva que cambia la historia
- Iglesias Bautistas de Puerto Rico

- 8 sept
- 4 Min. de lectura
Por: Pastor Mario Rodas
lunes, 8 de septiembre de 2025
«La mujer dejó su cántaro junto al pozo y volvió corriendo a la aldea mientras les decía a todos: ¡Vengan a ver a un hombre que me dijo todo lo que he hecho en mi vida! ¿No será este el Mesías?» Juan 4:28-29 (NTV).
A muy pocas personas les gustan los cambios, y ante esa realidad en algún momento mostramos resistencia, muchas veces por miedo a lo desconocido. Y la mujer samaritana no es la excepción. Pero Jesús, como ejemplo de liderazgo compasivo y cercano, utiliza una frase un poco olvidada en este tiempo:

«Por favor, dame un poco de agua para beber» (v.7). En nuestra naturaleza humana, una de las formas de reducir sentimientos distantes que pueden surgir al conocer a alguien por primera vez es pedirle un favor.
Esa fue la estrategia de Jesús; Él derribó las barreras sociales, culturales y religiosas, al apelar a la amabilidad hacia aquella mujer. Jesús con ese acto de pedir un favor le mostró el amor que otros nunca le mostraron. Como líderes debemos
dignificar al ser humano derribando los muros impuestos para que en vez de dividir, incluyan.
Esta mujer había abandonado su casa esa mañana cabizbaja, presa de la rutina y de sus desilusiones amorosas. No guardaba grandes esperanzas sobre el futuro, pero bastó una conversación para transformar su vida. Un diálogo en un pozo, bajo el intenso calor, donde hablaron de agua, la que nunca sacó del pozo, porque seguía hablando con Jesús. Hablaron de la adoración de samaritanos y judíos, y Jesús le contestó, y cuando Jesús se reveló, aquella mujer experimentó una renovación total. Dejó su cántaro y salió corriendo, anunciando su encuentro con el Mesías.
En la Biblia vemos distintos encuentros de Jesús con mujeres. La mujer adúltera aprendió sobre el amor y la gracia; la mujer con la hemorragia tuvo que usar su fe; sin embargo, la mujer samaritana palpó, tal vez por primera vez, la esperanza, una palabra tan escasa en nuestros días. Esta mujer no recibió perdón —como la adúltera—, ni recibió sanidad —como la mujer de la hemorragia—. La mujer samaritana no presenció un milagro tal como la reprensión de un demonio; solo bastó una conversación para ser impactada por el Agua Viva.
La samaritana, en este nuevo tiempo, nos invita a que abracemos los cambios, proclamemos con libertad y vivamos en fe. Que superemos los prejuicios dignificando las vidas de aquellos y aquellas que necesitan experimentar el Agua Viva que cambiará su historia para siempre.
Esta transformación personal que experimentó la mujer samaritana no quedó en el pozo. Ella corrió a su comunidad, se convirtió en testimonio viviente. De la misma manera, cuando nosotros experimentamos el Agua Viva, somos impactados de tal manera que trasciende a la vida de nuestra iglesia, denominación y país.
En la historia de la samaritana podemos identificar tres de los pilares estratégicos (el 3, el 4 y el 7) que como denominación estamos estudiando y reflexionando. La samaritana nos recuerda que el encuentro con Jesús produce un cambio profundo que se convierte en testimonio integral.
En el momento histórico en que nos encontramos, como denominación, estamos llamados a fortalecer el liderazgo congregacional como lo describe el pilar tres, uno de los pilares estratégicos que como comunidad de fe estamos evaluando. Un liderazgo cercano que rompe la distancia del púlpito y se sienta en la mesa del hogar en crisis, celebra los pequeños triunfos y acompaña en el duelo sin prisa, reconociendo que, antes que líderes, somos discípulos sedientos del mismo manantial de vida. Es un liderazgo que forma comunidades de esperanza, justicia y servicio.
De igual manera, se nos invita a practicar la mayordomía integral, el pilar cuatro en consideración y reflexión. Una mayordomía que impulsa a administrar responsablemente nuestro tiempo, talentos y recursos para vivir de forma sostenible, solidaria y generosa, respondiendo a los desafíos de nuestro tiempo. Así como la samaritana no se quedó con el Agua Viva para sí misma, nosotros estamos llamados a compartir nuestros recursos, dones y solidaridad como cuerpo de Cristo.
Finalmente, pero no menos importante, recordemos nuestra identidad bautista, como describe el pilar siete. Nuestra identidad no puede ser un muro, sino un fundamento abierto que proclama quiénes somos en Cristo, invita a otros a unirse al pueblo de Dios y se vive en comunidad, como pueblo en misión. Así como Jesús derribó los prejuicios entre judíos y samaritanos, nuestra identidad debe ser testimonio de inclusión y misión compartida.
Así como el agua viva transformó la historia de aquella mujer, también nosotros, como Iglesia del Señor, estamos llamados a dejar nuestro cántaro. Proclamemos con fe que Cristo es el Agua Viva que renueva nuestra historia y la de nuestro pueblo.
El pastor Mario Rodas es pastor endosado de nuestra denominación. Actualmente es el pastor de la Segunda Iglesia Bautista de Cidra. Posee una maestría en Divinidad del Seminario Evangélico de Puerto Rico.







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