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Cuidar lo que Dios nos confió

Actualizado: hace 18 minutos

Por: Rvdo. Edgardo M. Caraballo Marín

domingo, 11 de mayo de 2025


«Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies» Salmo 8:6 (RVR1960).


«Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da» Éxodo 20:12 (RVR1960).


Durante las últimas semanas hemos estado meditando sobre la importancia de administrar sabiamente la creación. Desde el principio, Dios no solo formó al ser humano a su imagen y semejanza, sino que también lo colocó en medio de un mundo ordenado para que lo cultivara y lo guardara. Cada vez que culminaba un acto de creación, Dios vio que era bueno.


El Salmo 8 nos recuerda con reverencia el honor y la dignidad que hemos recibido: Dios nos ha hecho responsables de las obras de sus manos. Sin embargo, esa autoridad no es una licencia para explotar, sino una invitación a reflejar el carácter del Creador —su amor, justicia y cuidado.


Cuidar la creación es un acto de obediencia y sumisión. No es una agenda moderna ni una preocupación secundaria, sino parte del llamado original del ser humano. El aire que respiramos, el agua que bebemos, las semillas que germinan, los animales que nos rodean y el suelo que pisamos... todo fue diseñado por Dios para el bien común, y Él espera que lo cuidemos con responsabilidad y gratitud. Cada acción que protege la vida —reducir el daño, sembrar esperanza, preservar la belleza natural— es una forma fiel y tangible de obedecer al Creador.


Dios no solo nos encomendó la administración de su creación; también nos delegó la responsabilidad de cuidar de nuestros progenitores.


Hoy celebramos el Día de las Madres en Puerto Rico, y no podemos pasar por alto la hermosa similitud entre estas dos responsabilidades delegadas. Así como fuimos llamados a cuidar la creación, también fuimos llamados a honrar a nuestros padres. En este día, recordamos con especial ternura a nuestras madres. Ellas son reflejo del amor de Dios en nuestras vidas: portadoras de vida, formadoras de carácter y sembradoras de fe. A través de sus manos y su corazón, muchos de nosotros aprendimos nuestras primeras lecciones de compasión, fortaleza y entrega.


El mismo Dios que nos confió la tierra, nos pide que cuidemos a quien nos dio la vida. Honrar a nuestras madres no se limita a un día de flores o expresiones de cariño, sino que se demuestra en el respeto diario, en la compañía, en las atenciones y en la gratitud constante. Así como no podemos decir que amamos al Creador si descuidamos su creación, tampoco podemos decir que somos espirituales si no cuidamos y honramos a nuestras madres, como Él nos ordenó.


Hoy, la Iglesia enfrenta desafíos significativos en ambas áreas de mayordomía. En un mundo donde la crisis climática avanza, muchas comunidades de fe aún luchan por integrar el cuidado de la creación como parte esencial de su testimonio cristiano. Algunos perciben erróneamente la conservación ambiental como una agenda política ajena a la fe, cuando las Escrituras claramente nos llaman a ser guardianes responsables. Por otro lado, en sociedades donde el individualismo ha fragmentado las relaciones familiares, honrar a nuestros padres se ha vuelto más complejo. Muchas madres enfrentan la soledad y el abandono, incluso por parte de hijos que se proclaman seguidores de Cristo. La Iglesia está llamada a modelar un camino distinto: una comunidad que honra tanto el jardín de Dios como a quienes Él usó para traernos a la vida.


Cuidar lo que Dios nos confió —la creación y nuestras madres— no debería ser una carga, sino más bien un privilegio. Es allí donde nuestra fe se vuelve práctica, donde el amor se convierte en acción y donde el cielo toca la tierra a través de nuestra obediencia.


Demostremos con acciones tangibles que somos fieles seguidores de nuestro Creador. ¿De qué manera honraremos hoy tanto la creación como a quienes nos dieron la vida? Que nuestra fe no quede en palabras, sino que se manifieste en el cuidado reverente de cada regalo que el Señor ha puesto en nuestras manos. Asumamos con responsabilidad cuidar lo que Dios nos confió.


El Rvdo. Edgardo M. Caraballo Marín es el actual ministro ejecutivo de las Iglesias Bautistas de Puerto Rico. Posee una maestría en divinidad del Seminario Evangélico de Puerto Rico y es ministro ordenado de nuestra denominación.

 
 
 

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