La sed del pueblo: una invitación urgente a saciar la sed con Jesús
- Iglesias Bautistas de Puerto Rico

- 21 jul
- 3 Min. de lectura
Por: Rubén E. Isaac Fernández
lunes, 21 de julio de 2025
«En el último día de la fiesta, el más importante, Jesús se levantó y gritó: ‘Si alguien tiene sed, que venga a mí y beba. Las Escrituras dicen que del interior del que cree en mí saldrán ríos de agua viva’» Juan 7:37-38 (NTV).
Todos los seres vivos tenemos instintos básicos como, por ejemplo, alimentarnos, hidratarnos y descansar. De todas las necesidades fundamentales, hidratarse es la más importante. El ser humano está compuesto en un 70 a 80 % de agua, por lo que puede vivir semanas sin comer, pero solo de 3 a 5 días sin agua. Constantemente necesitamos saciar la sed y buscar un lugar donde podamos obtener agua. Es una búsqueda que nunca termina, porque la necesidad es constante.
Hoy vivimos en un mundo donde, aunque la mayoría de las personas tiene acceso al agua, cada vez hay más sed, y no precisamente de agua física. Hay una sed espiritual: de propósito, esperanza, empatía y amor verdadero. Esa sed no se calma con lo material ni con placeres o filosofías huecas. Jesús conoce las verdaderas necesidades humanas. Al ver esa necesidad profunda en el corazón del pueblo, alzó su voz en medio de la multitud. Su mensaje no fue silencioso, discreto ni pasivo. Fue un grito urgente: «¡Si alguien tiene sed, que venga a mí y beba!».

Una llamada a dejar todo y correr a Jesús. Un modelo para que su Iglesia lo replique: que se levante con valentía y sin miedo, y proclame a Jesús, el agua que da vida.
Es muy interesante cómo el escritor bíblico describe la escena: Jesús no susurró estas palabras, sino que gritó. La sed del pueblo era tal que requería una respuesta clara, directa y sin titubeos. Hoy también el mundo tiene sed; gime, grita —pero en silencio— a través de sus adicciones, depresiones y vacíos. La sed se hace tan fuerte que muchas personas pierden el sentido de vivir. Cada vez más hombres y mujeres, sin importar su estatus social o económico, optan por el suicidio. Y hoy, igual que hace más de dos mil años, Jesús no guarda silencio: grita con amor, llama con urgencia, invita con gracia, sana, restaura, sacia la sed… y salva.
Por mucho tiempo yo padecí de sed. Busqué saciarla, pero nada funcionó ni llenó. Solamente Jesús fue quien verdaderamente me sació, sanó y completó. Así como tú y yo un día padecimos una sed insaciable, hoy hay millones de personas buscando saciar la suya. La Biblia nos hace una serie de preguntas muy confrontadoras: «Pero ¿cómo pueden ellos pedirle que los salve si no creen en él? ¿Y cómo pueden creer en él si nunca han oído de él? ¿Y cómo pueden oír de él a menos que alguien se lo diga?» Romanos 10:14 (NTV).
En Jesús no solamente hay agua de vida para nosotros, sino ríos que brotan desde nosotros. No estamos llamados a ser solo recipientes, sino canales. Dios quiere transformar nuestra sed en ríos que fluyan; nuestro vacío, en testimonio. El que cree no solamente será saciado, también fluirá de él agua viva que refresca a otros. Por eso la Palabra dice: «¡Qué hermosos son los pies de los mensajeros que traen buenas noticias!» Romanos 10:15 (NTV).
Hoy el Señor nos invita a reflexionar. ¿Ha sido saciada tu sed? ¿De qué agua estás bebiendo? ¿Me he convertido en un recipiente donde el agua queda estancada, o soy un río por el cual fluye el agua viva, para que otros beban del agua que solo Jesús puede dar?
El pueblo tiene sed, y no es de agua. Tiene hambre de verdad, justicia y esperanza. ¿Guardarás silencio… o responderás al clamor de la sed del pueblo?
El preministerial Rubén E. Isaac Fernández es miembro de la Primera Iglesia Bautista de Carolina y preministerial de las IBPR. Actualmente cursa una maestría en Divinidad en el Seminario Teológico de Puerto Rico, y actualmente es el vicepresidente del Ministerio de Hombres Bautistas de Puerto Rico.







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