Creed en la Luz
- Iglesias Bautistas de Puerto Rico
- hace 3 días
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Por: Rvdo. Samuel Santiago, PhD.
miércoles, 16 de abril de 2025
«Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros
le tuvimos por azotado, por herido de Dios y afligido. Mas él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades; el castigo de nuestra paz fue sobre
él, y por su llaga fuimos nosotros curados» Isaías 53:4-5 (RV 1960).
Todos los años celebramos la semana mayor con mucha alegría porque gracias a los eventos que ocurrieron en Jerusalén y en la cruz hemos recibido el perdón y la salvación de Dios. Es por esto por lo que todos los años recordamos la entrada triunfal, la celebración de la cena, la traición de Judas, el juicio de Jesús, como el pueblo escogió a Barrabás, la crucifixión, las siete palabras de Jesús en la cruz, y la resurrección al tercer día. Le damos particular importancia a estos eventos, pero olvidamos e ignoramos los eventos que ocurrieron entre la entrada triunfal y la cena. Olvidamos eventos importantes como la purificación del templo (Mateo 21:12-17), el cuestionamiento de la autoridad de Jesús por parte de los principales sacerdotes y ancianos (Mateo 21:22-27), la parábola de los labradores malvados (Marcos 12:1-12) y la fiesta de boda (Mateo 22:1-14), el intento de fariseos de acusar a Jesús al preguntarle si debían pagar el tributo a Cesar (Lucas 20:20-26), la pregunta de los saduceos sobre la resurrección de los muertos (Mateo 22:23-33), como Jesús acusa a escribas y fariseos por su hipocresía (Mateo 23:1-36), entre otros.
Sin embargo, Juan menciona unos eventos que no se mencionan en ningún otro de los evangelios. Juan relata en el capítulo 12:20-26 que unos griegos hablaron con Felipe porque querían conocer a Jesús. Cuando Felipe y Andrés le hablan a Jesús sobre esto, Jesús anuncia que ha llegado la hora en que sea glorificado (v. 23). Jesús sabe muy bien lo que esto implica. Él sabe que tiene que morir. Es en este momento que Jesús hace una de las expresiones más impactantes que podemos encontrar en los evangelios. Jesús indica que su alma está turbada (v. 27). Jesús en su humanidad debía estar experimentando uno de los momentos de mayor ansiedad de su vida terrenal. No solo conocía que debía morir, sino que conoce cómo va a morir cuando dijo que debía ser levantado de la tierra refiriéndose a la cruz (v.32-33). La respuesta del cielo no se hizo esperar. Inmediatamente se escuchó una voz en el cielo que dijo: “yo lo he glorificado y lo glorificaré otra vez” (v. 28). La respuesta divina ante la angustia y la depresión que Jesús podía estar atravesando es una afirmación de gloria y de victoria a pesar del sufrimiento que pudiera atravesar. Sin embargo, vemos también una respuesta inmediata de la multitud ante las palabras de Jesús. La multitud responde en actitud de negación que el Cristo permanece para siempre, no puede morir (v. 33-34). A pesar de esto, Jesús les invita a “Creed en la luz para que no caigan en tinieblas” (v. 35-36).

Los discípulos y el pueblo de Israel vieron los milagros, escucharon el mensaje y las señales celestiales, pero no pudieron creer en un Cristo que no fuera el que estaban esperando. El pueblo esperaba a un Cristo que fuera un guerrero valiente, proveedor de panes y de peces y cuyo reinado fuera eterno. El pueblo rechazó a un Cristo dispuesto a sufrir y experimentar la muerte en la cruz, pobre (económicamente hablando) y cuyo reinado es espiritual. En muchas ocasiones nos parecemos al pueblo de Israel porque esperamos que Cristo nos resuelva todos los problemas, nos hace la vida más fácil al punto que no permita que nada nos suceda, que nos libre de toda enfermedad y nos colme de riquezas materiales. Se nos hace muy difícil aceptar y reconocer a un Cristo que nos pide que carguemos nuestra cruz, que nos mantengamos firmes resistiendo al enemigo y que nos vistamos de la armadura de la fe para enfrentar los momentos de dificultad.
La realidad de la vida nos muestra que mientras marchemos en el peregrinaje de este mundo enfrentaremos momentos de dolor, depresión, ansiedad, angustias, necesidades, entre otro sinnúmero de situaciones de dificultad. Y es maravilloso e impactante ver a un Jesús que puede reconocer su nivel de angustia y turbación ante lo que va a enfrentar. Sin embargo, es más impactante ver la respuesta del Padre ante las palabras de su hijo. Hay una respuesta de gloria y de afirmación a pesar de que es necesario que Jesús sufra en una cruenta cruz. La muerte y el sufrimiento de Jesús en la cruz tuvo como resultado nuestra salvación, sanidad, restauración y victoria sobre el mundo. Esto no nos libra de experimentar la dificultad, el dolor, la ansiedad, la depresión o la enfermedad. Sin embargo, es una invitación a mirar y creer en la luz de Jesús. Luz que nos llena de esperanza porque sabemos que el dolor y dificultad que podamos atravesar es pasajero porque hay una promesa de gloria y de victoria sobre el mundo que salta para eternidad.
¡Que bueno es saber que cuando vamos al Padre y le confesamos nuestra angustia, turbación y el dolor de la dificultad que podamos estar atravesando, Él tiene una respuesta de gloria, de afirmación y de victoria para nuestras vidas! Por lo tanto, en vez de mirar a las tinieblas del mundo, miremos la luz de la promesa de Dios de darnos victoria. Lo que puede ser una historia de dolor y sufrimiento para el mundo, Dios la va a convertir en una historia de victoria, de sanidad, de restauración y de bendición. Como dijo el profeta Isaías, «Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y afligido. Mas él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados» Isaías 53:4-5 (RV 1960).
En medio de la adversidad, no miremos a las tinieblas, sino miremos y creamos en la luz porque la victoria sobre el mundo está segura por la acción redentora de Cristo Jesús.
El Rvdo. Samuel Santiago Ramírez es el pastor general de la Iglesia Bautista de Jerusalén, Luquillo PR. Posee una maestría en Divinidad del Seminario Evangelicco de Puerto Rico y un doctorado en Psicología Clínica de la Universidad Albizu, recinto de San Juan, PR.
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