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El rol de la espiritualidad en la conciencia ambiental

Por: Rvdo. Dr. Luis G. Collazo

lunes, 19 de mayo de 2025


«Le has hecho poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de honra.  

Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; Todo lo pusiste debajo de sus pies:   Ovejas y bueyes, todo ello, Y asimismo las bestias del campo, Las aves de los cielos y los peces del mar; Todo cuanto pasa por los senderos del mar» Salmos 8.5-8 (RV1960).

 

El gran déficit de espiritualidad que hoy vivimos es una de las razones fundamentales que han contribuido al radical deterioro de la conciencia ambiental. La carencia de una visión eco-céntrica es el resultado de un antropocentrismo nutrido por la codicia, la ambición desmedida, el neoliberalismo y una religiosidad alienante respecto a la realidad del cosmos. La espiritualidad constituye el aliciente efectivo y emocional necesario para concienciarnos de lo legítimo de una conexión entre ser humano y el entorno total de la naturaleza.


Nos corresponde a la comunidad de fe y seguimiento reconocer que la proclamación y el seguimiento del reino de Dios no pueden ignorar su responsabilidad de cuidar lo que, en nuestra perspectiva, llamamos la creación. En este sentido, las iglesias tienen el reto de fomentar una espiritualidad incluyente que implique una nueva conciencia planetaria global y la colaboración participativa por parte de la comunidad de fe y seguimiento respecto al cuidado de la naturaleza.



La espiritualidad bíblica nos recuerda que la humanidad ha sido dotada de una dignidad especial y colocada en una posición de cuidado dentro del orden creado. Se nos ha confiado la tarea de ejercer una mayordomía responsable sobre todo ser viviente: aves, peces, animales del campo y cada rincón del planeta. Esta responsabilidad no es una licencia para el abuso ni una justificación para la explotación, sino un llamado divino a proteger y honrar lo que ha sido puesto en nuestras manos. La gloria que nos ha sido otorgada no es para engrandecimiento personal, sino para reflejar el carácter del Creador en nuestra relación con la tierra.


La espiritualidad es lo que nos sensibiliza para percatarnos como Iglesia y denominación del «gemir de la Tierra», del «clamor del planeta». En esta perspectiva, el ministerio pastoral, la programación congregacional, la agenda misional y la lectura contextual de la Biblia tienen que fomentar una espiritualidad que movilice a cada congregación a ser testimonio viviente de responsabilidad ecológica y atalaya de la protección del ambiente.

Este proceso bien podemos llamarlo «un acto de conversión, de profesión de fe holístico» que no se reduce a una rutina eclesiástica. Es convertirse a un estilo de vida que asume una vocación de amor y cuidado hacia toda la realidad viviente, donde el río, así como todo ser viviente, es mi prójimo, y donde convergen en una espiritualidad inclusiva y liberadora.


La conciencia ecológica que nace desde una espiritualidad bíblica reconoce que el ser humano ha recibido una dignidad y una responsabilidad sagrada en relación con toda la creación. Esta vocación no autoriza la explotación desmedida, sino que nos llama a ejercer un cuidado reverente, como administradores y no propietarios del mundo natural. Comprender que estamos llamados a proteger y preservar lo creado es asumir que cada forma de vida refleja algo del amor y la gloria de Dios, y que nuestra fe se manifiesta también en cómo nos relacionamos con la Tierra.

Este es el llamado espiritual que nos compromete a vivir una fe encarnada, activa y coherente con una conciencia ambiental profunda y liberadora.



El Rvdo. Dr. Luis G. Collazo es ministro ordenado de nuestra denominación. Posee una maestría en divinidad del Seminario Evangélico de Puerto Rico y un doctorado en teología del Graduate Theological Foundation.

 
 
 

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