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La Sed del Pueblo

Rvdo. José L. Alicea Velázquez

lunes, 14 de julio de 2025


«El último día del festival, el más importante, Jesús se puso de pie y gritó a la multitud: ¡Todo el que tenga sed puede venir a mí! ¡Todo el que crea en mí puede venir y beber! Pues las Escrituras declaran: “De su corazón, brotarán ríos de agua viva”» Juan 7:37-38 (NTV).


Al toparnos con la expresión La Sed del Pueblo, inmediatamente nos identificamos con quienes sufren por la falta de agua potable, como lo relata el pasaje bíblico de Éxodo 17. En dicho relato, el pueblo moraba en tierra estéril y atravesaba la deshidratación que provoca el desierto. La deshidratación es la necesidad física de beber líquidos. El pueblo de Israel clamó a Moisés por agua, y fue entonces cuando Dios le ordenó golpear la roca, de la cual brotó agua para todos. Esa realidad de sed sigue golpeando nuestra historia.


En marzo de 2024, el portal Earth.org informó que el cambio climático afectaba de tal forma que más de 2.000 millones de personas no tenían acceso a agua potable limpia y segura. Señaló que se espera que, para el 2030, la escasez de agua desplace a más de 700 millones de personas, debido a enfermedades mortales causadas por agua contaminada, además de hambrunas, colapsos económicos, terrorismo, entre otras crisis. Ese mismo escrito citaba que las Naciones Unidas predecían que, para 2025, 1.800 millones de personas vivirán en países o regiones con escasez absoluta de agua. Indicó, y citamos: «Con el escenario climático proyectado para el 2030, casi la mitad de la población mundial vivirá en zonas de alto estrés hídrico».


Las zonas rurales del sur de África enfrentan una crisis creciente en la escasez de agua, impulsada por el cambio climático, la ineficiencia en la gobernanza y las disparidades socioeconómicas. Esta crisis no está lejos de nuestro territorio. Un estudio realizado por Ecolab reveló que América Latina es la región que enfrenta los mayores problemas relacionados con el agua.

Este problema no es ajeno a nuestra isla. Recientemente, el pueblo de Camuy, mediante su alcalde, reclamaba una solución ante el colapso de una planta de filtración de agua. El alcalde, Gabriel Hernández Rodríguez, señaló que el 40 % del municipio estaba sin servicio o con una presión extremadamente baja.


Esta es una realidad que no podemos ignorar. La Iglesia tiene una responsabilidad seria ante los asuntos de carencia en nuestro pueblo. Estamos llamados a levantar la voz por quienes necesitan justicia, pero también a ser responsables con este recurso tan valioso que Dios nos regaló. Es necesario que la Iglesia provoque diálogos donde el medio ambiente sea uno de los temas principales, porque somos administradores de lo que Dios nos dio.


Aún más, la Iglesia tiene una responsabilidad mayor: no solo ser portadora de soluciones para el sistema de agua física, sino también para saciar la sed espiritual. Si transferimos la experiencia mencionada en Éxodo, cuando brotó agua de la peña, claramente esta es una representación de Cristo; Él es la peña de Horeb. No solo nuestro pueblo vive en un desierto de sequedad, sino también en una sequía espiritual. Están en medio de un desierto que representa la muerte. Sin embargo, la Iglesia tiene la noticia de que Cristo es quien, en medio del desierto, es portador de agua de vida, y vida en abundancia.

Con la metáfora de que Jesús es el agua de vida, se resalta la importancia de reconocer que, en medio del desierto, la única fuente verdadera es Cristo. La Palabra nos enfatiza la necesidad de Dios y de estar en su presencia. El Salmo 42 nos recuerda que, así como el siervo brama (gime) por las corrientes de las aguas, debemos clamar por justicia.


La sed de justicia y libertad nos lleva a reflexionar en contextos donde los pueblos son oprimidos por la tiranía de algunos líderes. La sed del pueblo de Puerto Rico —y de muchas otras partes del mundo— no solo se relaciona con la falta del preciado líquido, el agua, sino también con el deseo ardiente de búsqueda e intimidad con Dios, lo cual es vital para la Iglesia.


Hoy más que nunca, seamos portadores de soluciones para proteger nuestros cuerpos de agua y presentar alternativas viables para los pueblos que merecen tener agua potable. Y más allá, seamos la Iglesia que represente a Jesús, y que, desde nuestro interior, brote agua de vida para que toda persona sedienta encuentre dónde saciar su sed.

Seamos la Iglesia que sacie la sed del pueblo.


El Rvdo. José Luis Alicea Velázquez es ministro ordenado de nuestra denominación. Es el actual presidente del Concilio Ministerial de las IBPR y  pastor de la Primera Iglesia Bautista Belén, Canóvanas.  Posee un bachillerato en Religión de la Universidad Interamericana, y una maestría en Divinidad del Seminario Evangélico de Puerto Rico.



 
 
 
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