Por: Leonardo Morales
lunes, 23 de febrero de 2025
«Mas los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán las alas como águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán» (Isaías 40:31, RV1960).
Hoy te pido permiso para entrar en tu espacio personal y compartirte mi reciente reflexión sobre la realidad puertorriqueña, especialmente sobre nuestra juventud. De la madre naturaleza, capturo la siguiente fábula y lección de vida:
En una ocasión, un águila se encontraba sentada en las ramas de un árbol, justo al borde de un acantilado. Parecía que no estaba haciendo nada. De pronto, un conejo vio al águila en su quietud y le preguntó:
—¿Puedo sentarme como tú y no hacer nada?
El águila respondió: —Sí, claro. ¿Por qué no?
Así que el conejo se sentó en la tierra, debajo del árbol donde el águila descansaba, y comenzó a relajarse. De repente, una serpiente apareció, acercándose en silencio, y comenzó a hipnotizar al conejo con su aliento, hasta enrollarse a su alrededor. Lo abrazó con tanta fuerza que el conejo dejó de sentir los latidos de su corazón y fue devorado poco a poco.
Desde el 7 de enero de este año, muchos hemos sido testigos de cómo jóvenes y adolescentes han seguido de cerca las simpáticas ocurrencias de un «Conejo» que ha logrado convocarlos en diferentes plazas de recreo de la isla. Allí, han esperado en largas filas durante la noche, descansando en el concreto y la tierra, aguardando su turno para ver en persona cómo este «Conejo» los entretiene con nuevas ocurrencias y música. Muchos se han quedado allí, buscando en ese descanso efímero la ansiada recompensa: conseguir los boletos más codiciados del año.

El «Conejo» les promete diversión, travesuras, entretenimiento, jangueo con amigos, adrenalina extrema… en fin, un gran tiempo de ocio. Les ofrece un descanso bajo el árbol, lejos de los problemas y retos de la vida: los conflictos familiares, la crisis económica del país, la violencia, la inestabilidad del sistema educativo, y la incertidumbre de si seguirán o no estudiando. Les habla de cómo los «chavos» de la “Beca Pell”, la mesada de los padres o el trabajo a medio tiempo no alcanzan para cubrir los gastos del mes. Al final del día, muchos se sienten vacíos y deprimidos, y para aliviarse, recurren a un “break” para enrollar un “Philip” o tomarse un “drink”. La vida está cara, y no saben si casarse o seguir viviendo con “roommates” porque no soportan las peleas en casa, ni que sus padres los sigan tratando como si fueran niños.
Claro, todos nuestros adolescentes y jóvenes merecen descansar, estar “chilling” bajo el árbol junto al «Conejo» que los comprende y los entretiene. Él los hace sentir que sabe lo que necesitan: un descanso temporal, un escape de los pensamientos y problemas que tanto los agobian y los drenan emocionalmente.
Pero permíteme un momento para contarte sobre el águila, que está en lo alto de las ramas del árbol. El águila ha vencido grandes desafíos. Desde su niñez en el nido, ha sobrevivido a ataques, enfermedades, y hasta al “bullying” cuando era solo un aprendiz de sus padres y otras águilas. Cada vez que regresa a las ramas del árbol, se posiciona con la meta clara de observar desde su altura. Desde allí, puede identificar los peligros y las rutas seguras, los lugares donde encontrar alimento y la provisión que necesita para mantenerse fuerte. El águila, con su visión de 360 grados, puede reflexionar sobre las etapas del pasado que necesita sanar y las nuevas oportunidades que puede alcanzar. En esas ramas, puede renovar sus alas, su pico, su visión y reafirmar su propósito según el plan de su Creador.
En este momento histórico que enfrentan las nuevas generaciones en Puerto Rico, necesitamos que aspiren a posicionarse en las altas ramas del árbol, para poder observar la voluntad de su Creador y Salvador, Jesucristo, para sus vidas. Antes de que salgan a volar con sus propias alas y enfrenten los problemas y desafíos de la vida, deben recordar la gran promesa de esperanza y fortaleza que la Palabra de Dios tiene para aquellos que están agotados, física y espiritualmente, por las circunstancias de la vida: «Mas los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán las alas como águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán» (Isaías 40:31, RV1960).
Este pasaje fue escrito en un momento en que los israelitas, exiliados en Babilonia, se sentían agotados y sin esperanza, creyendo que Dios ya no los escuchaba. Pero Dios les prometió nuevas fuerzas, una promesa que también es válida para nosotros hoy.
¿Cómo enfrentamos las duras circunstancias de la vida? ¿Con la actitud del conejo, buscando escapar momentáneamente de los problemas? ¿O con la actitud del águila, que busca aprender y prepararse, confiando en que, aunque las tormentas lleguen, siempre hay una forma de volar más alto?
El versículo comienza con un paso de fe clave: «levantarán las alas como águilas». Esto nos enseña que, al igual que las águilas que se levantan frente a la dificultad, podemos aprender a actuar con valentía cuando llega la tormenta, confiando en Jehová, nuestro Creador.
La pertinencia de esta promesa para nuestras vidas es clara:
¿Estás cansado? Incluso los más fuertes y jóvenes se agotan.
No estamos solos en nuestros problemas, aunque a veces lo sintamos así.
La verdadera fuerza proviene de confiar en algo más grande que nosotros:
nuestro Creador, que nos ama tal como somos.
Cuando sentimos que nadie nos entiende, hay alguien que sí lo hace y
quiere ayudarnos.
Dios nos equipa y nos prepara para enfrentar las adversidades de la vida. No
tenemos que huir, sino confiar en Él.
El desafío para la Iglesia es hacer que esta realidad se materialice en la vida de la juventud. En nuestros programas y eventos eclesiásticos, debemos invitarlos a subir a las ramas más altas, como el águila, para que entreguen aquellas situaciones que consideran sin solución. Proclamemos al Dios de propósito, quien aclara pensamientos y renueva fuerzas en Su presencia. La Iglesia debe ser el nido donde la juventud encuentre refugio, alimento, sostén y educación, para aprender a enfrentar todos los desafíos que traerá su vuelo. Al igual que las águilas jóvenes regresan al nido de sus padres para recibir sustento y apoyo mientras continúan aprendiendo a enfrentar los retos de su vuelo, la Iglesia debe ser el lugar donde la juventud se fortalezca para volar con confianza y propósito.
Iglesia, hagamos un alto y trascendamos, abriendo espacios donde los jóvenes puedan expresar cómo se sienten, cómo ven a Dios en sus particularidades, y compartir sus temores sin miedo al rechazo. Brindemos oportunidades donde se sientan útiles, compartiendo sus habilidades y participando en actividades que integren tecnología y los avances en los sistemas de comunicación, de manera que todos puedan ser bendecidos.
Seamos la Iglesia donde la juventud se sienta parte de la familia de fe, aceptada sin ser juzgada. Seamos la familia que comprende los desafíos que enfrentan los jóvenes hoy, escuchándolos con empatía y acompañándolos en su caminar.
Hagamos de la Iglesia un lugar donde todos sientan que su participación importa. La iglesia debe ser un espacio abierto, donde no haya miedo a hacer preguntas difíciles, evitando así que se alejen porque no encuentran respuestas a sus dudas y temores de fe.
Es momento de crear un vínculo sólido entre la Iglesia y los jóvenes, un espacio donde la autenticidad, el respeto y la empatía generen un ambiente propicio para la fe y la construcción de una verdadera familia.
Mostrando apertura a las generaciones creceremos integralmente, descubriremos cómo nuestra mente es renovada y nuestras fuerzas multiplicadas. Y esto solo lo experimenta la Iglesia que se permite vivir con la juventud todas sus etapas y atreverse a volar con sus alas.
El ingeniero Leonardo Morales es miembro de la Primera Iglesia Bautista de Río Piedras. Actualmente es el gerente de proyecto de Educación Bautista en Línea y miembro del Comité Visión 2030 de nuestra denominación. Fue ministro ejecutivo asociado del Programa de Mayordomía y Misiones de las IBPR.
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