¡A Él sea la Gloria!
- Iglesias Bautistas de Puerto Rico
- 20 abr
- 3 Min. de lectura
Por: Crucita Ortiz, ministra ejecutiva asociada
domingo, 20 de abril de 2025
«Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y afligido. Mas él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades; el castigo de nuestra paz fue sobre él,
y por su llaga fuimos nosotros curados» Isaías 53:4-5 (RV 1960).
Cuando en las Escrituras se nos habla de la resurrección de Cristo Jesús y leo detenidamente sobre esos momentos, mi vida recibe un gozo tranquilizante y lleno de fuerzas para emprender un caminar cada día lleno de paz y sosiego. Y es que me lleva a tener la seguridad y confianza de una vida nueva que comienza para cada uno de nosotros desde ese instante. Una vida nueva sazonada con el dolor de todo lo que hizo Jesús para que pudiéramos obtener la vida eterna. No podemos olvidar cómo el amor incondicional del Señor Jesús lo llevó a cargar con nuestros pecados, junto con los sufrimientos, necesidades, tristezas, adversidades y enfermedades que destruyen al ser humano.
¡Voluntario y obediente! ¡Dispuesto y seguro! ¡Sin quejarse! Sin abrir su boca para señalarnos, se hizo dueño de mis enfermedades, de mi cáncer, dolor, cuerpo abatido y adolorido, de mi falta de paz, quejas y pecados, ¡y me hizo libre! Llevó mis pecados, pero aún más doloroso, cargó las faltas de toda la humanidad, para ser curadas y así disfrutar de la bendición del perdón y la paz.

Fue Dios, el Padre, el que levantó a Jesús de entre los muertos quien nos dio la garantía de que su sacrificio de morir en la cruz fue aceptado y fue suficiente para limpiar a la humanidad de los pecados. Al morir Jesús ya Él nos había dado la seguridad de que volvería y con ello la esperanza de que podemos ser salvos sabiendo que estaremos en la eternidad con Él. Su resurrección garantiza nuestra resurrección. Estas son las buenas nuevas. La tumba esta vacía y los momentos de dolor, de tristeza que fueron parte de la vida de Jesús en su cargar nuestros pecados se convierten, por amor a nosotros, en testimonio de que está vivo. A pesar de todo lo pasado la Palabra nos señala que «Hemos sido declarados justos» Romanos 5:19 (RV 1960) para alcanzar nuestra resurrección futura y tener la vida eterna.
Sin duda nuestras vidas se fortalecen mientras vivimos lo que Jesús hizo por nosotros. Cada momento, en el transitar por los caminos tenebrosos, tristes y angustiosos, es necesario recordar que ya Jesús nos redimió de nuestros pecados. Es necesario recordar que ciertamente, El llevó nuestras enfermedades, sufrió nuestros dolores, fue herido, azotado por nosotros, y que aún en muchas ocasiones borramos de nuestras mentes que lo hizo para salvarnos y porque nos ama, con un perfecto y sublime amor. Sin embargo, Dios su Padre que vio la perfección de su amor por la humanidad lo levantó para que también, nosotros seamos salvos.
La seguridad de que Cristo vendrá por nosotros nos lleva a cobrar ánimo y a cumplir la misión que nos dio luego de haber resucitado. Jesús comisionó a Su pueblo para continuar Su obra; sin tiempos, en todo lugar, a toda criatura, con toda verdad. Dios, por medio del Espíritu Santo declaró, que nos ayudaría a proclamar el Evangelio y convencer a la humanidad de pecado. La resurrección de Jesús nos mueve a proclamarlo. Es el tiempo de llevar el amor testificando la grandeza de aquel que murió por nosotros, resucitó por nosotros y vive para llevarnos a la vida eterna.
¡A Él sea la gloria!
La profesora Crucita Ortiz Rodríguez es ministra ejecutiva asociada de las Iglesias Bautistas de PR. Dirige el Programa de Evangelismo, Accion Social y Ministerios Especiales de nuestra denominación.
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